Una educación vial en la infancia, tanto teórica como práctica, contribuiría a reducir el número de heridos y fallecidos en nuestras ciudades y carreteras. Como se suele decir, nunca es tarde si la dicha es buena. Así pues, estamos a tiempo de regular su implantación.
Estudios de diferentes asociaciones y empresas denuncian, cada vez con más frecuencia, los continuos desmanes que cometemos cuando circulamos en automóvil y/o motocicleta, bien sea por ciudad o carretera.
En estas fechas tan señaladas, en todos los medios de comunicación –nos sumamos a ellos– aconsejan precaución a la hora de viajar: llevar cadenas, mantas de abrigo, el teléfono móvil cargado, combustible de sobra, beber refrescos con cafeína que nos mantengan bien despiertos…
Pero, ¿alguien se ha planteado cuántos heridos y fallecidos se podrían evitar si nos enseñasen a conducir correctamente en la infancia? ¿De qué siniestralidad estaríamos hablando en 2015 si, desde 1950 –por ejemplo– hasta ahora, a la edad de cuatro años, al igual que los niños de la imagen y como una asignatura más del cole, en lugar de una flauta nos hubieran puesto un manillar de moto o un volante de coche entre las manos?
No todo se arregla regulando la velocidad a golpe de radar. Una vez más, el saber, aún sin ocupar lugar, puede salvarnos la vida; todavía estamos a tiempo.